A veces quisiera no ser éste que camina,
Para no tener tiempo a pensar
Que no le alcanza al universo su vacío
Para abarcar que te hayas sentido en soledad
Para no caer en cuenta de lo evidente
No hay tregua más amarga
Que acostarse sin tu sonrisa de jacarandá.
A veces quisiera no ser éste que escribe,
Que se me entumezcan las manos
Y que el astro cualquier evidencia decline
Que se callen los perdidos, y que reine el tirano
Que fuera la historia al revés.
O al menos que yo la creyera como es.
A veces quisiera no ser éste que te quiere,
O al menos que quererte tuviera otro nombre
Que no fuera eterna fascinación,
Que el prado de tu cintura fueran lucecitas de una ciudad,
Que lo que predican tus labios sea verdad,
O que al menos fuesen besos.
A veces quisiera no saber,
Ni de rosas, ni de cristales, ni de eternidades
Para no poder arriesgar la poesía,
Para poder ser el cobarde que se permite el alarde
De tener la gallardía de derretir tu paraguas,
De ser capaz de la impertinencia de mojarte de pies a cabeza,
De colarse por tu labios, tu garganta y tu alma
Y demostrarte que aunque nada fuese fatal,
Aunque los héroes declinen su dignidad,
Y el bosque se hiciese un centro comercial,
Y el monte rechazara a los sublevados,
Y tus oídos a mis versos cansados,
No hay caso es imposible esquivar,
La bajeza y la agonía,
La gloria y la alegría,
El infinitivo imperativo de tenerte que amar.
lunes, 29 de diciembre de 2008
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