lunes, 29 de diciembre de 2008

El frío de Junio en el suelo de la estación,
en los agujeros del pantalón,
en el cuerpo de Maximiliano,
en las veredas de Avellaneda,
en el viento sobre el puente Pueyrredón.

El frío de Junio entre las chapas,
sobre las vías del tren,
que se cuela hasta las aulas
y a dónde quiera que estén.

Estén en la calle, sobre la vereda.
Porque Junio no es frío sobre el asfalto.
Porque se encendió un neumático, sobre el asfalto.
Porque Junio nos mostró calor revolucionario.

Calor revolucionario en unas piernas que corren,
y corriendo vuelven, vuelven para que no se quede solo,
porque los compañeros no mueren solos.

Que frío que está el mundo, que suerte que me tomaste la mano.

Calor revolucionario en la sangre de Darío,
En la certeza que le abrió la cabeza,
En la firmeza de su grandeza.

Ya nos enseñaron la tristeza, y la tristeza no es nuestra,
El hambre lo provocan ellos, las muertes son de ellos.
Toda la alegría es piquetera, cuánto los admiro.
Cuanto los admiro Maxi y Darío,
Pudieron decirle al tirano que la muerte es mentira.
Mentira como todos los titulares de su televisión.

No están solos en este invierno globalizado,
Mil manos se acercan a sus vidas y sus muertes,
Nos hacía falta para cambiar el mundo,
Para incendiar esta farsa,
Tanto calor revolucionario.

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